Lucas Bodega se ha convertido en todo un habitual de los Grandes Premios de MXGP que se llevan a cabo en España. El piloto madrileño (Alcorcón, 2003) lucha por hacerse un sitio entre los mejores de España y del mundo, aunque todavía está en fase de crecimiento. Y es que sus inicios no son los habituales.

A sus veintidós años, lleva encima de la moto solo desde los quince, a la antigua usanza. Lejos de dar gas desde la cuna, como la mayoría de los rivales y compañeros con los que se encuentra habitualmente en los circuitos, Bodega decidió que lo que le gustaba era el motocross tras probar en diferentes deportes de pequeño. Pasó por el fútbol, la natación o el ciclismo para desembocar en el motociclismo, la que es y era una de las pasiones de su padre. “Del motor lo que más me llamó la atención, finalmente, fue el motocross porque era muy completo y exigía muchas más habilidades que otras modalidades”, nos relataba en el paddock de Cózar después de hacer frente a la dura carrera del MXGP de Castilla La Mancha 2025.
“La primera vez que monté fue en un circuito a unos cinco kilómetros de casa sobre una KTM 85cc. Hacía lo básico que tienes que aprender… hacer ochos con la moto, ponerme y regularme bien el casco y toda la indumentaria…”.

Superados los primeros desafíos y ya en plena adolescencia, decidió dar rienda suelta a lo que le había gustado y estaba aprendiendo, metiéndose en competición. “Mi primera carrera fue en Hormigos, Toledo, en el Campeonato de Castilla y León. La verdad es que no tenía mucha idea, pero superamos el fin de semana”. Posteriormente tocó seguir entrenando y dar el salto al Campeonato de España, certamen en el que debutó en 2020, el fatídico año de la pandemia. “Estaba ya en la categoría de 125cc y en la primera carrera, en Talavera de la Reina, no conseguí clasificarme. Ya en Motorland sí lo conseguí”. En la primera manga dio cuatro giros al trazado aragonés, en la segunda ya once. Buena prueba para ir fogueándose en una parrilla de salida que por aquel entonces contaba con Guillem Farrés, David Braceras, Gerard Congost o Quentin Prugnieres. Nombres mucho más experimentados que habían seguido los pasos que ahora consideramos ‘naturales’ y que en estos momentos están disputando competiciones de nivel como el Campeonato del Mundo de MX2.

Entrenado por Iker Larrañaga en su escuela MX Specialized, el año pasado, en 2024, decidieron dar el salto a la categoría de MX1 montando una KTM 350. “Valoramos la posibilidad porque yo soy un piloto muy alto y pesado y me sentí muy a gusto en su momento. Ahora, sobre la 450cc estoy mucho mejor y me encuentro muy bien para continuar progresando en este deporte tan complicado y exigente como es el motocross”.
Desde hace dos años, cuando acabó sus estudios en el instituto, Lucas Bodega se dedica plenamente a avanzar física y técnicamente en el motocross. “Me dieron la opción seguir este camino con la condición de que me dejara la piel y eso es lo que estoy haciendo”.

Consciente de que hay factores que tiene en contra, como el hecho de haberse decantado por este mundo tan tarde, el joven madrileño apunta que “quiero llegar al máximo aun sabiendo que no tengo la misma técnica ni me desenvuelvo igual que mis rivales que se iniciaron desde pequeños sobre una 50cc”.
Desparpajo tiene, pues el año pasado ya se le pudo ver en las tres carreras del Mundial de MXGP en España (Madrid, Lugo y Cózar) y este año sigue el mismo guion. Una ronda de 2025 ya está en su haber… “Nos animamos a hacer el MXGP para aprender de los mejores corriendo con ellos y en las circunstancias en que te encuentras el terreno un fin de semana de Mundial”.
Muchos fueron los que lo intentaron, pero no todos pueden decir que superaron todas y cada una de las entradas a pista del MXGP de Castilla La Mancha 2025 en el embarrado trazado de Cózar. “Sin duda fue la carrera más complicada a la que me he enfrentado en mi vida. Los objetivos eran acabar y aprender al máximo y lo conseguimos, por lo que me da más motivación, si cabe, para continuar trabajando cada día”.

Flanqueado siempre por su padre Victoriano Bodega, Lucas admite que “él es quien me ayuda día a día y, junto a mi madre y mi hermana, son mis auténticos pilares. Sin ellos no sé qué sería de mí…”.
Una historia diferente de un piloto y una familia que apuestan por del deporte como modo de vida, como una escuela de valores y ya no solo como una actividad de la que únicamente se es feliz cuando llegan los resultados. Chapeu.