El motocross tiene esas coincidencias que parecen escritas de antemano. En Turquía, Jeffrey Herlings alcanzó su victoria número 111 en Grandes Premios, el mismo número que llevaba en el dorsal cuando debutó en el Mundial en 2010. Una coincidencia cargada de simbolismo y un guiño para un piloto que ya está más allá de las estadísticas. Conecta sus inicios con su presente y reafirma su lugar como uno de los más grandes de todos los tiempos.
Foto portada: JP Acevedo | Diseño: Roger Rovira
Ese 4 de abril de 2010 en Sevlievo, Bulgaria, el #111 no pasó desapercibido. Apenas un debutante de 15 años, pero ya con fama de intratable en la arena, terminó cuarto en la general con un 6-3 en mangas. Dos rondas más tarde, en Valkenswaard, se estrenaba con un doblete impecable frente a su gente. Era solo el inicio de una trayectoria destinada a marcar época.
Desde aquel primer año, el holandés fue moldeando una carrera tan brillante como desafiante. Porque si algo define a Herlings no son solo las victorias, sino la resiliencia. A lo largo de los años, ha sumado títulos mundiales, sí, pero también ha sufrido lesiones que habrían derrumbado a cualquiera. Varias fracturas, meses fuera de competencia, regresos a contrarreloj…Y aun así, siempre encontró la manera de volver y además de ganar.
La victoria 111 en Turquía es la prueba más reciente de esa capacidad. En un circuito que le ha visto brillar antes, Herlings no solo sumó un triunfo más para la estadística: alcanzó un número que conecta aquel adolescente prometedor con la leyenda consolidada que es hoy.
Quince años después de su debut, Herlings sigue en la cima, demostrando que su lugar en la historia no se mide únicamente en cifras, sino en cómo esas cifras se entrelazan con su recorrido personal.
Lo que comenzó como un dorsal es hoy mucho más que una coincidencia. Es el reflejo de una carrera que ha desafiado al tiempo, a las lesiones y al destino mismo.
